Aparte de Kate del Castillo, ¿con quién más tenía relación el Chapo? ¿Quiénes le ayudaron, lo protegieron, les arregló la vida? Las innumerables empresas del Chapo simplemente no son investigadas: el gobierno no pregunta, no averigua, no las incauta. A sus socios no los tocan.
De la captura del Chapo siguen emergiendo historias y mucho para pensar. Unas de heroísmos insospechados que a veces no son tan fáciles de creer y a veces, imposibles. Unas de omisiones patentes de lo que debería estar ahí pero se hace como que no hay razón para pensar que ahí está. Otras de ensañamiento sobre conductas que son cotidianamente reproducidas por muchos de quienes se ensañan. Todas sobre un endurecido pacto de impunidad.
El lunes 25, Héctor de Mauleón publicó en El Universal una columna titulada “20 minutos con El Chapo”, sobre los agentes que detuvieron a “un delincuente que lleva 30 años comprando y corrompiendo todo lo que toca”. “Esos jóvenes no se dejaron tentar”, concluye, “una historia así debe ser contada”.
Si se dan por ciertos todos los detalles, se asume que es impresionante lo que los policías enfrentaron y resistieron, y un periodista se siente compelido a contarla, con lo insospechado que resulta tal heroísmo. Pero entonces uno debería pensar también que el periodista estuvo realizando investigaciones de manera independiente, obtuvo esta información y la corroboró más allá de quien tenga un interés en difundirla.
Pero no fue así. En periodismo no se vale la ingenuidad. Los factores de poder en el gobierno, como la Secretaría de Gobernación, la Procuraduría General de la República y el Ejército, han construido canales por los que hacen llegar la información que ellos quieren que se conozca. Información que puede ser verdadera o falsa, completa o parcial, o cualquier cosa en las coordenadas de esos ejes X y Y.
Esos canales pueden ser medios de comunicación o periodistas, que reproducen lo que les llega porque así reciben beneficios económicos o políticos, o porque mantener esa buena relación les va a seguir permitiendo recibir estas informaciones privilegiadas. Que pocas veces contrastan o confirman.
No sé cuáles son sus motivos personales, pero De Mauleón recibe y reproduce informaciones de algunos de estos factores de poder en el gobierno. Él no revela cómo llegó a conocer esta historia, aunque cuenta con detalles incluso de las frases que intercambiaron el Chapo y sus captores. A falta de explicaciones, hay que asumir que alguien se la hizo llegar, se la filtró, y no puede ser más que un poder en el gobierno interesado en difundir una narrativa de heroísmo en las fuerzas federales.
Tal vez así haya sido. O no. Lo que sí consigue la versión es hacernos ver otra cosa: que en las condiciones en que se realiza la lucha contra el crimen organizado resulta muy, muy difícil, insospechado, ya no un desplante de heroísmo, sino tan solo que unos agentes cumplan con sus obligaciones.
MULTIMILLONARIAMENTE INCREÍBLE
Suponiendo que lo que le contaron a De Mauleón y que él cuenta a sus lectores sea correcto, es posible ponerse en los zapatos de los agentes para imaginarse lo que sintieron.
Ese día, el Chapo y su guardaespaldas el Cholo lograron escapar de la persecución en Los Mochis, robar un coche y salir a la carretera. Dos policías federales al azar (en el sentido de que no pertenecían a alguna unidad de élite cuyos miembros hubieran pasado los mayores controles de confianza), colocados de guardia por ahí, los detuvieron. Y los criminales los quisieron convencer de ayudarlos.
Plata o plomo. El Chapo les ofreció arreglarles la vida para siempre. El Cholo los amenazó con una muerte segura, pues de todo Sinaloa venían sicarios a liberarlos. El par de agentes resolvió atrincherarse con sus detenidos en un motel cualquiera.
Vaya decisión. Más complicada cuando los agentes probablemente no se conocían entre sí, o no lo suficiente para estar seguros de que contaban con el compromiso a toda prueba del compañero. Uno debe haber estado preocupado por anticipar y repeler un ataque a balazos de los mafiosos, por el frente, y por otro que proviniera de su costado o de atrás: del segundo que, por dinero o por terror, quisiera cambiar de bando.
Según lo que le contaron a De Mauleón, y que él nos transmite sin mostrar dudas, los agentes se morían de miedo pero uno de ellos había participado en un homenaje a otro policía héroe y eso le dio la motivación para arriesgar su vida.
Ya en el motel, recibieron el refuerzo de dos agentes más. Mismo problema: ¿debían cuidarse de los detenidos, de los delincuentes que venían a rescatarlos o de sus propios compañeros? ¿Cómo confiar plenamente en que no los traicionarían, sobre todo en una situación tan extrema?
A los 20 minutos, llegaron soldados y marinos… ¿a apoyar a quién, deben haberse preguntado?
Más allá de qué tanto de esta historia sea verdad, es algo verdaderamente duro ser un profesional que cumple con estas tareas cuando es tan alto el riesgo de traición y la probabilidad de ser asesinado.
Y cuando tiene que rechazar la oferta de que le resuelvan la vida: el homenaje al policía héroe puede ser inspirador pero, si el agente mira hacia arriba en la escala de mando y llega hasta la cúpula, a los superiores de sus superiores, ¿qué ve? A un presidente de la República, a un secretario de Gobernación y a uno de Hacienda que adquieren, directamente o a través de sus esposas, casas tan multimillonariamente costosas que parecen de mentira y que les “facilitaron” unos señores a quienes han otorgado contratos públicos todavía más multimillonariamente increíbles.
Plata o plomo. Renunciar a lo primero y recibir lo segundo, ¿para que aquéllos sigan viviendo en la gloria?
CHAPO: EL ESLABÓN MÁS DÉBIL
¿Podía cumplir El Chapo sus promesas? Los agentes pueden haber pensado que sí, porque en la versión del gobierno, toda esta gran persecución se montaba contra el gran jefe del Cártel de Sinaloa, cuyas órdenes son seguidas fielmente en los 59 países donde sus hombres operan. Qué bueno que rechazaron la oferta porque seguramente los habría decepcionado. La ficción gubernamental, creada para atraer toda la atención pública sobre la “hazaña” que intentaba lograr, y para magnificarla, podría haber debilitado la voluntad de sus policías.
¿Cómo podía ser El Chapo el gran jefe del cártel? Quien conozca un poco la historia recordará que jamás lo fue: Sinaloa es el producto de una serie de alianzas y El Chapo Guzmán compartía el poder con –al menos- otros dos capos, El Azul Esparragoza y El Mayo Zambada.
Y El Chapo siempre fue el eslabón más débil: es el único de los tres que ha sido capturado tres veces, que ha estado siempre en la vista pública, que ha tenido a policías nacionales y extranjeros constantemente tras su pista. Eso debe haberlo convertido en un problema operativo y de seguridad para sus socios que, por lo contrario, han logrado mantener un perfil tan discreto que del Mayo no se tienen noticias desde el 2010 y de El Azul ni siquiera se sabe si está vivo.
¿Cómo podría mantener El Chapo una jefatura sobre sus aliados, o por lo menos el mismo nivel de poder, si tenía que estar operando desde cárceles de máxima seguridad o mientras se escondía en remotas barrancas de la sierra y en las alcantarillas de las ciudades?
Todavía más complicado: como hemos visto, las autoridades monitoreaban sus comunicaciones con sus abogados e incluso sus devaneos románticos.
No. Al final de su carrera, El Chapo difícilmente era lo que el gobierno dibujó de él.
EL PACTO DE IMPUNIDAD EN ACCIÓN
Como tampoco es Kate del Castillo una extraña anomalía sobre la que se debe aplicar la fuerza del gobierno con toda ejemplaridad.
No hay ética en lo que hizo la actriz. Si lo que se ha revelado de ella es cierto -siempre bajo el velo de la duda-, sus expresiones de simpatía civil y sentimental por El Chapo se explican por un interés de beneficiarse económicamente de una fortuna construida sobre miles de asesinatos y torturas, sobre la destrucción de muchas familias, sobre el regadero de sangre del país. No hay manera de ver eso con ligereza.
Pero, ¿es la única que actúa así? Estas complicidades, ¿no se ven también con frecuencia en la sociedad, en la clase política, en el sector empresarial?
Éstas son las omisiones patentes de lo que debería estar ahí pero se hace como que no hay razón para pensar que ahí está. Kate del Castillo los hizo quedar en ridículo y por eso van contra ella. Pero si espiaron sus conversaciones con tanta facilidad, y las de loa abogados del Chapo, no hay duda de que también han tenido acceso a muchas otras. ¿Con quién más tenía relación el Chapo? ¿Quiénes le ayudaron, lo protegieron, les arregló la vida?
Edgardo Buscaglia explica en su nuevo libro “Lavado de dinero y corrupción política” que, tras la segunda captura del Chapo en el 2014, las autoridades incumplieron su deber de impulsar acusaciones penales “contra cualquiera de sus múltiples redes de socios y franquicias empresariales, o contra los políticos asociados a sus actividades”. Las innumerables empresas del Chapo simplemente no son investigadas: el gobierno no pregunta, no averigua, no las incauta. A sus socios no los tocan.
¿Qué pasa con los demás capos del narco? La tecnología y las capacidades de espionaje del gobierno, ¿se agotan siguiendo al Chapo? ¿No saben ya todo lo que intercambian, por BlackBerry, WhatsApp o Telegram, El Mayo, los jefes de Jalisco Nueva Generación, los de Familia Michoacana y tantos otros, con jefes policiacos y militares, con políticos y funcionarios locales y federales, con líderes empresariales y con los bancos internacionales que manejan sus recursos?
Kate del Castillo tiene que responder por lo que haya o no hecho. Pero cada cual en su dimensión adecuada: ella trataba de hacer una película y tal vez quiso atraer o atrajo dinero hacia su compañía tequilera. Para el Chapo, eso son cacahuates, la morralla que puede invertir en seducciones. Sus verdaderos negocios los hace con otros tipos.
Quizás con los que se empeñan por hacer de una actriz un punching bag nacional mientras garantizan el pacto de impunidad que protege a tantos.
Fuente: Aristegui noticias
0 Comentarios